Investigadoras de la UGR defienden la importancia del lenguaje inclusivo en la lucha contra la desigualdad de género

A través de investigaciones empíricas ponen de manifiesto la importancia de utilizar un lenguaje no sexista y sus beneficios

Redacción  |  30 de julio de 2020
Las investigadoras de la UGR Lucía Estevan Reina y Soledad de Lemus (UGR)
Las investigadoras de la UGR Lucía Estevan Reina y Soledad de Lemus (UGR)

El Parlamento de Andalucía aprobó una Proposición No de Ley (resolución que insta sobre un tema) el 16 de julio en contra del “innecesario uso del desdoblamiento por género del llamado lenguaje inclusivo”. Ante esta situación, dos investigadoras del Depto. de Psicología Social de la Universidad de Granada, Lucía Estevan Reina y Soledad de Lemus, consideran necesario exponer los hallazgos de la comunidad científica sobre este tema e insistir en la importancia del lenguaje no sexista en la lucha contra la desigualdad.

Lucía Estevan Reina, Investigadora postdoctoral de la UGR, explica que “el uso del masculino de manera genérica para referirse a hombres y mujeres en situaciones en las cuales no se conoce el género, donde no se especifica, o hay presencia de ambos géneros, es quizá la forma de asimetría lingüística más extendida”. Ella y de Lemus han publicado varios trabajos sobre la temática y, recientemente, la revista International Journal of Social Psychology les ha aceptado la publicación de un trabajo empírico sobre la influencia negativa del lenguaje sexista en la motivación de mujeres y hombres.

 

Según explican, el lenguaje sexista se puede definir como el conjunto de prácticas comunicativas (orales y escritas) que ponen de manifiesto a través de la lengua una representación desigual de los géneros. Sin embargo, debido a que también es constitutivo de la realidad, el lenguaje sexista no sólo es consecuencia de las desigualdades existentes, sino que también es causante de ellas, y esto le otorga una gran potencialidad a la hora de combatirlas.

Investigaciones a nivel internacional revelan que el masculino genérico evoca un sesgo en las representaciones mentales de quienes escuchan, es decir que es más frecuente pensar en hombres que en mujeres tras su uso. Por ejemplo, “Un estudio demostró que, niñas y niños belgas y alemanes estimaron un menor número de mujeres en profesiones estereotípicamente masculinas cuando el nombre de la profesión se presentaba en masculino que cuando se presentaba en femenino y masculino”, ejemplifica de Lemus.

Otro estudio realizado en EE.UU. concluye que el masculino genérico constituye una forma de ostracismo lingüístico, ya que hace a las mujeres sentirse ignoradas o excluidas sin que haya motivos evidentes para ello. Pero, además, estos efectos negativos pueden tener consecuencias en diferentes ámbitos de la vida de las mujeres. Por ejemplo, la exposición al masculino genérico en una entrevista de trabajo hace que las mujeres experimenten un menor sentido de pertenencia y reduce su motivación y su identificación con el trabajo. Los estudios de Estevan Reina y de Lemus en España han arrojado resultados en la misma línea, tanto en el ámbito escolar con adolescentes como en jóvenes ante ofertas de empleo. Curiosamente, además, las autoras destacan que en los estudios llevados a cabo en España han encontrado efectos negativos del lenguaje sexista tanto en mujeres como en hombres. En ambos casos, el lenguaje sexista aumenta la percepción del entorno como discriminatorio, lo que repercute negativamente tanto en su motivación (escolar/laboral) como en el hecho de sentirse excluidos/as (en clase o en el trabajo).

Estrategias y beneficios

El lenguaje inclusivo o Gender-fair language (en inglés) fue introducido para tratar de reducir los estereotipos y la discriminación en el lenguaje y se basa en dos estrategias. La primera estrategia es la feminización, consistente en sustituir palabras masculinas por femeninas o incluir ambos géneros haciendo uso de una barra, un paréntesis o un guion (ej. profesor/a, profesor[a], profesor-a). La segunda estrategia es la neutralización, que sustituye palabras con género marcado (ej. profesor) por otras sin referencias de género o cuyo género sea indefinido o neutro (ej. profesorado). Otros intentos de neutralización en español son utilizar la “x” o la “e” en lugar de los marcadores de género. Estas estrategias reivindican también una mayor diversidad en la representación del género, más allá de la dicotomía hombre-mujer.

“La utilización del lenguaje inclusivo lleva a que hombres y mujeres sean evaluados como igualmente apropiados/as para un puesto de trabajo y a que, por ejemplo, la probabilidad de nombrar a una mujer para liderar un puesto de Gobierno sea mayor. Así mismo, las mujeres se muestran mucho más dispuestas a aspirar a puestos de trabajo cuyos anuncios están escritos en lenguaje inclusivo que en masculino genérico. Además, presentar el nombre de profesiones en masculino y femenino reduce la diferencia entre el número de hombres y mujeres que niños y niñas asignan a cada una de ellas”, enumera Estevan Reina.

De Lemus aclara que las investigaciones realizadas en España reafirman tanto los efectos perjudiciales del lenguaje sexista como los positivos del lenguaje inclusivo y remarca que los hábitos lingüísticos se aprenden a una edad muy temprana. En ese sentido, las resistencias a la hora de cambiar “responden más a la falta de conciencia del impacto que conlleva y a la dificultad asociada a cambiar los hábitos, que a una verdadera oposición a lo que realmente implica el cambio. Las actitudes son más favorables a medida que se generalizan, tal y como muestra la evolución de las actitudes favorables hacia el uso del recientemente introducido pronombre neutro ‘hen’ en Suecia”.

Las investigadoras sostienen que desde un punto de vista científico sobran evidencias a favor de esta forma de expresión como herramienta para construir sociedades más justas e igualitarias. “Por esta razón, rechazamos enérgicamente la Proposición No de Ley aprobada recientemente en el parlamento andaluz e instamos a los/as políticos/as que la han llevado a cabo a escuchar las demandas de la sociedad, a no imponer una agenda ideológica y a tener en cuenta las evidencias científicas”, concluyen.

 
 
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